miércoles, 11 de noviembre de 2009

Los dos puentes

1. El debate público en el Congreso Mexicano y en los medios de comunicación sobre los días que se concederán como inhábiles con motivo de la celebración del día de la Revolución Mexicana, es fiel reflejo del extravío en el que se mueve la política nacional. Habrá quien piense que esto es una exageración, pero quisiera exponer algunas razones.

2. Primero, algunas preguntas: ¿Qué fiel burócrata decidió cambiar para el lunes 16 un puente que naturalmente caía el viernes 20 de noviembre? No encuentro la lógica de esta decisión y entre mis interlocutores diarios nadie la encuentra. Hay unas normas que definen el cambio de los días feriados junto al fin de semana, pero no es el caso; ¿Cómo es que a alguien se le ocurre discutir esto una semana antes, y por qué un tema administrativo se convierte en una diferencia política entre las dos cámaras del congreso? Entiendo que la disposición está en los terrenos de la legislación laboral, pero también entiendo que el calendario existía desde hace un año, al menos; y ¿Dónde están los negociadores del gobierno federal que administran este asunto? La pregunta no viene al caso por que hubieran permanecido callados durante el debate, sino por que el debate mismo no debió haber crecido en el congreso.

3. Una cosa es cierta: El tema es inútil. No sirve a nadie tener un día feriado más, ni a las empobrecidas familias de la clase media, ni al sector turístico que ya tenía planes para un solo puente, ni a los alumnos de las escuelas que de todas formas están por los suelos, y un día más o un día menos no les significa nada. Lo único que se me ocurre es que esta disputa sirve únicamente para mostrar el músculo de la oposición (el término está de moda, ahora con los electricistas en las calles) y las intenciones de legisladores y partidos de gobernar desde el congreso, a tientas y a locas. Grave por ellos y grave por que la administración está dejando pasar todas. El desencuentro entre los poderes es evidente y al parecer sus fronteras están diluidas. Y peor aún, el desencuentro de todos ellos con los electores es ya inocultable.

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